La neurociencia es la disciplina que se encarga de estudiar nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro. Dentro de dicho campo existe una rama que es la “neurociencia cognitiva”, que se ocupa de los procesos biológicos del sistema nervioso que forman la base de nuestro funcionamiento cognitivo. Dicho de otra forma, se trata de nuestro pensar, recordar, razonar…, de nuestra capacidad de tomar decisiones, de cómo el cerebro aprende, recupera y aplica la información, y en definitiva de todo lo que involucra la actividad intelectual consciente.
Los desarrollos en el campo de la neurociencia están conduciendo a una nueva comprensión de cómo funciona el cerebro y esto está ayudando mucho a transformar la enseñanza en el aula. Y es que los conocimientos extraídos de la neurociencia no solo brindan a los educadores una base científica para comprender algunas de las mejores prácticas de la enseñanza, sino que también ofrecen una nueva lente a través de la cual observar los problemas que los maestros enfrentan cada día. Obtener información sobre cómo funciona el cerebro y cómo los estudiantes aprenden, permite a los maestros crear sus propias soluciones a los desafíos que enfrenta el aula en el día a día y mejorar la práctica en consecuencia.
Pautas para utilizar la neurociencia en beneficios de los niños
- Los niños tienen una razón para hacer las cosas que hacen
Puede que no sea una buena razón, pero si queremos cambiar el comportamiento de un niño es fundamental comprender que cuando hacen cosas no están tratando, generalmente, el volvernos locos. Entonces, si bien es inaceptable el mal comportamiento, es bueno saber que puede haber alguna razón detrás de él, como pueda ser el tener mucha energía acumulada. Por supuesto se deben establecer límites para mantener a todos los niños en clase de manea segura y eficiente, pero comprender que pueden tener una razón para hacer las cosas que hacen puede ayudarnos a un mismo tiempo a los adultos a establecer los límites necesarios y de una forma mucho más eficaz.
- Los niños necesitan la oportunidad de reparar sus errores
Todos nos equivocamos, y eso es algo que los adultos sabemos mejor que nadie, por eso es bueno hablar con la clase o con los alumnos en particular cuando se produzca algún error. Por ejemplo, si un niño lastima a otro… ¿cuál sería la mejor manera de reparar esa relación? ¿Castigando al niño que le hizo daño? ¿O ayudando a ese niño a reparar el error? Sin duda la que suena más lógica es la segunda, no solo porque los castigos nunca son convenientes, sino porque hablar puede hacer ver a ese niño que ha hecho algo inaceptable, dándole la oportunidad de no volver a repetirlo.
- Los niños necesitan mucho apoyo para restablecerse
SI la técnica que seguimos cuando se cometa un error es la de ordenar al niño que se vaya al rincón de pensar no estaremos avanzando nada según el campo de la neurociencia, ya que ese tipo de técnicas solo les hacen sentirse mal y no les ayuda a entender su mal comportamiento ni a prevenirlo. Prueba con otras cosas, como intentar ayudarles a aprender a controlar sus propias emociones y su conducta en algún espacio acogedor, si es necesario, como un bonito rincón de lectura. Es decir, que se trata de eliminar “rincones de la vergüenza” para dar paso a espacios más positivos y didácticos en los que de paso se pueda aprender algo. Haz también que los niños hablen sobre lo que les ayuda a calmarse cuando están molestos y practica en clase la calma con técnicas de respiración o ejercicio.
- Los niños necesitan ser escuchados y conectados
Si necesita conversar con un niño o niña que haya cometido alguna falta sobre lo que podría hacer diferente la próxima vez, espera hasta que esté listo/a. Si el niño se encuentra en la sala acogedora para reflexionar, no establezcas tiempos de 5 minutos o 10 y espera el tiempo necesario hasta que observes que se encuentra mejor. Una vez fuera, en lugar de sermonear, procura conectar con el alumno con frases como: “Sé que ha sido una situación difícil y que estabas molesto. ¿A que sí?” Este tipo de frases harán que el niño/a se sienta más cerca de su maestro y que se sienta en confianza para hablar abiertamente de sus errores o de las cosas que le molestan, lo cual podrá conducir a un momento comunicativo en el que el niño podrá recibir nuevas perspectivas y puntos de vista sobre su pensamiento que le permitan reflexionar.
- Los niños están listos para cooperar cuando se sienten bien
La mayoría de los “malos comportamientos” se deben a que no se satisfacen las necesidades de un niño. Por ejemplo, un niño que encuentra difícil el decir adiós a sus padres y responde comenzando la clase con problemas, puede necesitar sentarse y trabajar cerca del maestro para conseguir conectarse y sentirse valioso al comienzo de su día escolar. Otros niños pueden necesitar moverse y puede ser muy difícil para ellos el quedarse quietos y concentrarse durante mucho tiempo sin actividades. Es decir, que ciertamente puede ser difícil averiguar qué necesita un niño en una situación determinada, pero si observamos y escuchamos, los niños a menudo nos lo consiguen decir, y nuestro compromiso debe ser ayudarles a satisfacer sus necesidades de una manera más saludable y justa para ellos y sus emociones.
- Los niños se ven reflejados en nosotros mismos
Por último, debemos tener siempre en cuenta que los niños se ven reflejados en nosotros y en nuestra forma de mirarles, y así asumen que tenemos razón acerca de quiénes son. La mayoría de los adultos pueden recordar a algún maestro/a que marcó sus corazones y dejó huella en sus vidas con sus métodos y sus clases…así que es bueno que hagamos memoria para recordar si fue nuestro caso y el porqué. Es probable que ese buen recuerdo se diese porque esos maestros creían firmemente y les hacían ser conscientes de su potencial, lo que confirma que creer en un niño puede ser el mejor regalo que podemos darles. ¿O no?
Nuestro cerebro cambia constantemente y eso es algo que nos recuerda la neurociencia. Nuestros cerebros se consideran “plásticos” y eso nos permite cambiar y moldear nuestro cerebro a medida que cambia nuestro entorno, y dicta también la forma en la que se utilizan nuestros recuerdos en el futuro. A esto se le llama neuroplasticidad y, como educadores, debemos darnos cuenta de la importancia que tiene y de que nosotros, así como los propios estudiantes, tenemos la capacidad de cambiar físicamente el cerebro y la inteligencia con tan solo nuestra forma de actuar y/o de comunicarnos. ¡También en el aula!